THOMAS CLEARY - La Esencia del Zen - Escuela Malliesa.

Introducción.

El Zen es la esencia del Budismo, y la libertad, a su vez, constituye el núcleo esencial del Zen. Su objetivo, sea cual fuere el nivel al que lo consideremos, consiste única y exclusivamente, en liberar todo el potencial oculto de la mente humana. El maestro chino Ying-an dijo: "El Zen vivo es el atajo más directo para alcanzar la iluminación sin realizar esfuerzo alguno dondequiera que te encuentres".

El Zen no nos habla de una libertad remota sino, por el contrario, de una libertad que se halla plenamente inmersa en el mundo. Su práctica no requiere ningún requisito especial sino que puede ser llevada a cabo de manera directa y natural en medio de nuestras actividades y ocupaciones cotidianas. Como dijo Dahui, otro gran maestro chino: "Para alcanzar la iluminación no es necesario abandonar la familia, dejar el trabajo, hacerse vegetariano, convertirse en un asceta o retirarse a un lugar solitario".

No obstante, la libertad del Zen, aunque pueda manifestarse en este mundo, no pertenece a él. No se trata del mismo tipo de libertad que pueda instaurar o garantizar un determinado sistema político o social. Una libertad otorgada puede también ser abolida y el Zen, en cambio, aspira a una libertad que no puede ser revocada ni arrebatada, a una libertad que no puede ser impuesta desde el exterior, sino que brota de lo más profundo de nuestro ser.

La liberación Zen se alcanza mediante un tipo de percepción y comprensión especiales que penetran hasta la misma raíz de la experiencia, una percepción y una comprensión que despojan a la mente de las limitaciones arbitrarias impuestas por el condicionamiento, despertando, de ese modo, el potencial latente de nuestra consciencia. Como decía Dahui: "El reino del iluminado no pertenece al mundo de los atributos manifiestos externos. La budeidad es el reino de la sabiduría sagrada que mora en nuestro interior. Para alcanzarla no se precisa instrumento, práctica ni comprensión alguna, sino que basta con liberarnos de la influencia del sufrimiento psicológico que hemos ido acumulando en nuestra mente desde el comienzo de los tiempos en nuestra relación con el mundo externo".

El objetivo del Zen es el de purificar la mente hasta que pueda percibir su propia naturaleza esencial. Esta percepción nos capacita para mantener el equilibrio y la libertad en cualquier circunstancia y clarificar, de ese modo, nuestra experiencia cotidiana. El anciano maestro Zen japonés Bunan dijo: "La gente considera difícil llegar a percibir su propia naturaleza esencial. En realidad no es ni fácil ni difícil, ya que no hay nada que pueda añadírsele. Se trata de responder a lo correcto y a lo erróneo sin aferrarnos a ello, de vivir en medio de las pasiones sin identificarnos con ellas, de ver sin ver, de oír sin oír, de actuar sin actuar y de buscar sin buscar".

La libertad del iluminado se manifiesta en este mundo pero no pertenece a él. Por ello suele representarse tradicionalmente como una flor de loto enraizada en el lodo, que florece, no obstante, al mismo tiempo, sobre la superficie de las aguas. No se trata de lograr una especie de desapego negativo sino de alcanzar un equilibrio entre independencia y apertura que no se consigue por medio del esfuerzo, sino mediante la experiencia directa y el despliegue de la esencia de la mente.

Sin embargo, la libertad del Zen, aunque presente y accesible, es, paradójicamente, escurridiza cuando la buscamos deliberadamente. Por ello Bunan hablaba de "buscar sin buscar" y Ying-an afirmaba que "en el Zen no hay nada a lo que aferrarse. Quienes no lo comprenden así son víctimas de su propia ambición".

Por este motivo, los textos clásicos de esta tradición no son manuales doctrinarios ni compendios rituales que deban ser seguidos sistemáticamente y que nos permitan aproximarnos, paso a paso, a una especie de santuario interno. Su objetivo no es el de inculcar ideas o creencias sino despertar aquellas dimensiones que parecen dormidas en el fondo de nuestra consciencia.

Desde la desaparición de las escuelas clásicas se han instaurado numerosos sistemas de Zen, pero ninguno de ellos ha sido completo, definitivo ni duradero. La naturaleza del Zen se dirige a la experiencia personal del individuo sin importar la época. Y lo mismo podríamos decir, como atestiguan las escrituras, de las demás escuelas budistas. Así, según el maestro Dahui: "Si crees que en el Zen existe alguna formulación verbal que transmita algún secreto especial, estás equivocado. Ése no es el Zen verdadero".

El Zen profundiza y agudiza la inteligencia añadiendo, de ese modo, nuevas dimensiones a la razón y a la intuición, y nos proporciona un tipo de sabiduría, o de conocimiento, mucho más sutil que el del pensamiento conceptual. Este tipo de desarrollo mental no puede ser dado ni recibido. Por ese motivo el aprendizaje del Zen cuenta con sus propias estrategias.

La esencia del Zen es extraordinariamente simple. Como decía el maestro Yuanwu: "Renuncia a las frases hechas y a las opiniones intelectuales aprendidas que se clavan en tu piel y se adhieren a tu carne". El Zen es la esencia más pura de la mente y desaparece en el mismo momento en que la conceptualizamos. Por ello el objetivo de la literatura Zen no es ideológico, sino impactante.

Por su misma naturaleza, la esencia del Zen no es oriental ni occidental. Los maestros clásicos afirmaban que el Zen no es patrimonio de ninguna cultura o filosofía y mucho menos de una clase o grupo social determinado. Como señaló un poeta Zen: "¿Sobre qué puerta no se refleja la luz de la luna?". El Zen no es un producto de las ideas sino que por el contrario, constituye su mismo fundamento. Esto es, precisamente, lo que distingue a la esencia del Zen de cualquier producto filosófico, religioso, artístico o científico.


La esencia del zen.
Selección de Thomas Cleary.
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